Son muchos los estudios que afirman que para ser feliz hay que saber disfrutar de las pequeñas cosas. Paladear esas satisfacciones que pueden parecer insignificantes pero que son las realmente importantes. El extremo último de esta teoría son los más pequeños. A determinadas edades, poco importan las hipotecas, la situación laboral o los ceros de la cuenta corriente. Sin embargo, algo tan nimio como una camiseta puede convertirse en el más preciado de tus bienes.
Eso le pasó a Marta Rodríguez. Una corraliega de 9 años, apasionada del balonmano, que guarda con celo ese tesoro en forma de prenda de vestir. Una elástica naranja que, junto a una cicatriz en el brazo, le sirve para recordar un episodio tan doloroso como emotivo.
Doloroso porque, jugando en la calle junto a sus amigos, tuvo la mala fortuna de desgarrarse el brazo con la punta de una valla. Se quedó literalmente “colgada” de esa extremidad. 35 puntos después y superado el disgusto de una posible incapacidad, Marta solo lloró cuando médicos y familiares barajaban la posibilidad de prohibirla jugar al balonmano.
Emotivo porque, en esa liturgia de adoración de los más jóvenes con los deportistas de moda, es rara la ocasión en la que los atletas homenajean a sus seguidores. Alberto Pérez, en nombre de toda la plantilla del Grupo Pinta, entregó a Marta una camiseta firmada por todos sus compañeros. Esta vez, aunque fuera un partido que no estaba disputando, la aplaudida era ella.
De aquella entrega, apenas quedan un par de fotografías y un recuerdo imborrable en la memoria de todos. Inolvidable para Alberto Pérez y los jugadores del Grupo Pinta ya que se dieron cuenta de lo fácil que es hacer feliz a los suyos. Inolvidable para todos los presentes ya que el momento resultó muy emotivo. Pero sobre todo, inolvidable para Marta Rodríguez. Una niña que sueña con jugar al balonmano, acurrucada en su cama, junto a un trozo de tela naranja.